martes, 4 de junio de 2013

I. Un extraño paquete


Era un precioso día de verano en el pequeño pueblecito de New Hampshire, Estados Unidos. Los pequeños jugaban en el parque junto con sus abuelos mientras aprovechaban el poco tiempo que les sobraba para poder echar una tranquila partida de cartas. La señora Smith había salido al jardín con mejor cara después de haber estado semana y media confinada en su propia casa. Al parecer creía haber tomado una extraña enfermedad proveniente de un remoto país... O tal vez una enfermedad neurótica. Sí, era hipocondríaca. A Alice le gustaba observar cualquier detalle de su exterior desde su cuarto mientras apuntaba en su diario sus pensamientos e historias. Era un modo de olvidarse de sí misma por unos momentos para convertirse en un simple espectadora o narradora de la acción. Según se mire. Pero hoy no, hoy se estaba dedicando enteramente a dibujar lo que podían ver sus ojos aquella cálida tarde, hasta que un sonido proveniente de la calle la llevó al mundo real. El cartero había llegado a la puerta de su casa. Sí, os podréis imaginar lo de todos los días: traen cartas para todos los miembros de la familia menos para ti y, generalmente, suelen ser facturas o publicidad. Pero no, esta vez el cartero había traído un paquete lo considerablemente grande como para sorprender a Alice. Ese mensaje iba a cambiar su vida.

Cerró su cuaderno con la misma rapidez con la que se calzó dispuesta a correr como nunca y bajar las escaleras. La encantaban las sorpresas. Un escalofrío de sensaciones se apoderó de ella, ¿quién podría ser? Hace el suficiente tiempo como para que Alice se sintiera lo bastante sola, su padre marchó de casa y nunca volvió. Fue un golpe lo bastante duro como para hacerla llorar todo el verano. ¿Qué haría sin él a partir de ese momento? ¿Cómo serían las cosas a partir de aquello? Tantas confidencias, tantos momentos vividos... tantas lágrimas derramadas. Ya nada volvería a ser igual sin su padre, parte de su sangre. Sabía que su madre y su padre nunca llegaron a amarse verdaderamente pero siempre imaginó aquel cuanto de hadas donde el amor siempre vence. No soportaba ver que su madre ya lo había aceptado. La detestaba. Pensaba que su padre era el único que sabía escucharla. Le mandó postales y cartas pero él nunca la contestó. Alice no quiso derramar una lágrima más pero perdió la esperanza de que algún día volviese. Se habría olvidado de ella.

Llegó tan apresuradamente que casi resbaló con una de las alfombras, allí se encontró con aquel paquete que reposaba en mueble del recibidor. Su madre la miró con atención desde la cocina para poderla ver disimuladamente.

- Alice, es para ti. Pero no pone el nombre de quien te lo ha mandado. No te desilusiones cariño.

Observó cada minucioso detalle de aquel misterioso paquete. Fue entonces cuando comenzó a dudar de abrirlo. Estaba envuelto en una especie de tela, fechado en numerosos países por el distintivo de los logos. Parecía chino, árabe, inglés... Le entró una grandísima curiosidad. Cogió el paquete y se lo llevó a su habitación cuando oyó el sonido del teléfono. El paquete pesaba una barbaridad. ¿Qué podría llevar? Tantas posibilidades surgieron en la mente de Alice que muy pocas razonables parecían ser ciertas. Cuando por fin llegó a su cuarto, lo tiró encima de la cama y comenzó a abrirlo con una cuidadosa expectación. Era una maleta.

Un mensaje se encontraba encima de ella:


Querida Alice,

Aunque estés confusa, terminarás entendiéndolo todo si sigues cada una de mis indicaciones. Crees no conocerme y yo creo conocerte, pero tranquila pequeña Alice, todo esto lo hago por tu bien porque este mensaje va a cambiar tu vida.

Un viaje cambiará tu vida.

Claramente, este viaje lo tendrás que comenzar tú sola. Para ello, no quiero que cuentes a nadie a dónde te diriges ni qué es lo que vas a  hacer ¿prometido?

Vas a abrir la maleta, allí encontrarás un billete de tren con un destino que más tarde conocerás, no te alarmes. Abre bien los ojos y guíate por tu espíritu, esas son las dos pistas que te harán llegar al  lugar correcto.

"¿Por qué he de tomar este tren?" Te preguntarás. Pues bien caminante, este tren se toma solo una vez en la vida y te transportará al lugar que más ansías: El mejor lugar del mundo.

Un lugar donde nuestros sueños se hacen realidad, un lugar donde la felicidad es tan tangible y real... un lugar único y especial. Donde todo es posible. Una maravilla.

Para ello, llena tu maleta de aquello que creas conveniente pues este será un viaje largo y duro. Partirás al amanecer cuando creas que es el momento oportuno y, por favor, no dejes pistas de tu paradero. Toma el tren en la estación y, como te dije, sigue las dos pistas que te harán llegar.

Buena suerte.



Confusa, se sentía así, tal cual, pero una gran emoción la invadió, esta podía ser la oportunidad para encontrar a su padre. Alice tomó la carta y la guardó en el bolsillo de su pantalón, cerciorándose de que no había nadie a la vista. Respiró profundamente y miró al horizonte. No había nada por lo que temer.


lunes, 3 de junio de 2013

II. La estación de tren


Cuando los primeros rayos de sol despertaron del sueño a nuestra protagonista, se puso en pie y de un salto, cogió la maleta que pasó la noche llenando de todo aquello que creyó necesario. Se colocó su boina francesa, el abrigo y la maleta y, antes de cruzar la puerta y abandonar su hogar, dio un beso en la mejilla a su madre sin llegar a despertarla. Una lágrima cayó por su rostro cuando por fin cerró la puerta y se dirigió a la calle con destino a la estación. Era demasiado tarde para echarse atrás. ¡Por el camino recordó tantas cosas! Pero, ¿y si esta era la ocasión para reencontrarse de nuevo con la felicidad después de haber estado viviendo atemorizada por el futuro? Observó el cielo, testigo de su valiente hazaña, mientras, segura de sus pasos, creyó haber llegado a la estación. Paró en la entrada para ver en el monitor los destinos de los trenes y los horarios pero, ¡no sabía cuál tomar! Había tantos por escoger... Fue entonces cuando la inseguridad empezó a controlarla ¿qué hacía allí? Dudó sobre sus pasos y, tratando de mantener la calma, recordó los dos consejos de su misterioso guía.

Abre bien los ojos y guíate por tu espíritu.

Respiró y suspiró... Encontrar aquel lugar con el que tanto había podido soñar no iba a ser tarea fácil. De repente, oyó una voz no muy a lo lejos:

- Por favor señores, una ayudita para este pobre señor. Una ayudita para... - tosió entrecortadamente-.

Se encontraba tendido en unos cartones junto con su perro, mientras intentaba calentarse con una manta repleta de remiendos. Esa mañana hacía bastante frío. Alice se quedó perpleja, nadie le ayudaba. La gente pasaba e intentaba no mirarle para no sentir remordimientos, para seguir con su rutina sin ser parados por nadie. Alice llevaba muchas cosas en su maleta, tantas que la hicieron recapacitar. Recordó haber guardado un abrigo muy bueno que le regaló su tío cuando llegó de la guerra. Le quedaba grande pero juraría que no se había puesto en su vida un abrigo más caliente y reconfortante que ese. Sin  pensárselo dos veces, abrió la maleta y se dirigió hacia el mendigo con él en la mano.

- Tome aquí tiene. Si necesita algo más, no tiene más que decírmelo.- Cuando se lo dio se quedó observando sus ojos llenos de gratitud. Su perro la lamía las manos. Alice también le dio un trozo de bacon crujiente de su comida.

- Muchas gracias niña. Sin ti, el mundo sería más triste de lo que es.

Esa frase retumbó en su cabeza.

Pero, tenía todavía que tomar el tren de su vida. ¿Dónde podría estar? Cuando pudo por fin incorporarse, vio un mapa al lado del mendigo.

- ¿Y ese mapa?

- Ah, ¡el mapa! Este mapa es un recuerdo de mi historia, de donde vengo. Es la ruta que tomé para llegar a los Estados Unidos y poder cumplir mi sueño. Lo cumplí niñita pero, algún día debemos despertar. - su cara dibujaba una indestructible ilusión a medida que contaba su historia. - Aquí lo tienes, te lo regalo. Significa mucho para mí.

- ¿Y no se perderá?

- Tranquila, sólo me he perdido una vez en mi vida y no creo volver a hacerlo.

Fue entonces cuando se despidió de él y, con una maleta más ligera que cuando llegó, pudo observar unas grandes letras escritas en el mapa: 

EL TREN DE LAS DOCE.


Esta era su oportunidad. Miró el monitor de la estación y vio que faltaba un minuto, corrió sin más para no perderlo. En el horizonte pudo ver cómo las puertas de aquel misterioso tren se iban cerrando una a una. Corrió como nunca lo hizo. Se le cayó parte del equipaje, se resbaló, tropezó, pero se volvió a levantar. Era ahora o nunca.


domingo, 2 de junio de 2013

III. La parada


Finalmente llegó.

Cogió el primer asiento que pudo encontrar; era como si todo estuviese planeado, como si alguien hubiese reservado su sitio. Se sentó y observó la ventanilla. El tren se puso en marcha antes de lo que pensaba y vio cómo la estación fugazmente se desvanecía ante la rapidez que iba tomando poco a poco. Por fin había llegado.

Para su sorpresa, el tren estaba lleno de gente. Había ancianos, niños pequeños, señores y señoras de mediana edad, y jóvenes como ella. De repente alguien distrajo su atención.

- Hola, me llamo Víctor. Pareces perdida. ¿Eres nueva verdad?

- Sí, me llamo Alice - contestó tímidamente- Es que... ¿Ya has tomado más veces este tren?- le preguntó con incredulidad.

- Sí, desafortunadamente sí. Según se mire.- dijo rascándose la cabeza con cierta sensación de nostalgia.

- Mira, todas estas personas viajan con el mismo fin con el que tú has venido. Quieren encontrar el mejor lugar del mundo. La maravilla que todo hombre busca. Un lugar donde todos nuestros sueños se encuentran. Mira por ejemplo a ese señor. - dijo apuntando a un hombre muy bien arreglado, con un elegante esmoquin de tono azul marino.- Es la tercera vez que vuelve a tomar este tren. Busca la fama y el poder pero no la encontró a lo largo del viaje... ¿Y ves a aquella ancianita de allí? - Una triste señora, de unos ochenta años de edad se encontraba mirando hacia la ventana con cierta solemnidad.- Ella busca a su marido, la dejó hace unos años...

- ¿Y tú qué buscas?- preguntó Alice con cierta curiosidad.

- ¿Yo?- rió con una preciosa sonrisa llena de luz- Yo buscaba a mi verdadero amor. Pero, lamentablemente no encontré nada en aquel lugar. Fue un terrible hecho la verdad... es muy difícil vivir con la mitad del corazón.

Le cogí la mano y le miré. Parecía estar a punto de llorar pero se tragó sus lágrimas. Tenía una herida abierta.

- Lo siento mucho.

- No pasa nada, tranquila. Ya lo he superado. Ahora me dedico a ayudar a todos vosotros para que podáis llegar a esa meta que tanto deseáis.

- ¿Cómo es que ha habido gente que no ha podido llegar a ese lugar?

- Este no es un viaje cualquiera Alice, ni tampoco este es un tren normal. Habrá una parada a lo largo del viaje antes de que podáis llegar al mejor lugar del mundo. Mucha gente no es capaz de volver al tren una vez que están en ella. Así que no te confíes y cómo bien te digo, guíate por tu corazón.
En ese momento, el tren se paró de repente. Parecía que había llegado ya la primera parada. Alice se despidió de Víctor y bajó por las escaleras portando su maleta como todos los demás viajantes. Cuando se quiso dar cuenta, el tren había desaparecido. Cerró los ojos y cuando los abrió, se encontró con su casa de frente. ¿Qué podía haber pasado? No había nadie más en aquel lugar. Alice se sintió llena de incertidumbre pero, como bien le había dicho Víctor, se guió con el corazón y llamó a la puerta. Su madre la abrió, parecía estar muy preocupada. Una lágrima se asomaba en uno de sus preciosos ojos azules.

- Pasa cariño.

La foto familiar estaba tirada en el suelo rota en mil pedazos. No, no podía ser verdad. Había viajado en el tiempo en el momento en el que su padre las había abandonado. Alice no quería volver a vivir aquella experiencia. Su madre se tocaba el corazón con verdadero ahínco... parecía dolerle. Gritaba y lloraba.

- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ponte buena! Estoy aquí contigo.

Fue entonces cuando Alice sintió un verdadero peso en la maleta. Parecía que había algo vivo en ella. La abrió en cuanto se percató. Era su corazón, lleno de recuerdos, de vivencias, de amor... el corazón de Alice que latía y latía. Lo cogió con mucho cuidado y se lo dio a su madre. Su madre la miraba con cierta incredulidad.

- NO HIJA, QUÉDATELO. QUIERO QUE VIVAS FELIZ.

- Mamá, toma mi corazón. Juntas podremos seguir viviendo si compartimos el mismo. Yo quiero ser feliz contigo mamá. No quiero que llores más. Quiero que tu corazón siga latiendo durante mucho más tiempo.

Lo tomó, lo abrazó y un  rayo de luz se extendió por toda la casa.

La última de sus lágrimas cayó al suelo, la besó en la mejilla y vio como esos preciosos ojos azules penetraban en su alma hasta que la luz se apagó.


sábado, 1 de junio de 2013

IV. El lugar de las maravillas



"¡Alice! ¿¡Alice!?" Escuchaba unas voces a su alrededor, parecía haberse quedado inconsciente. Se despertó y se encontró con los ojos de Víctor.

- Muy bien Alice. Esa parada ha sido muy importante, no mucha gente sabe cómo actuar frente a los temores de su pasado. Ya sólo te queda el final pequeña Alice.
Sonrió y se sintió muy aliviada. Nunca había tenido un encuentro así de emotivo con su madre desde ese suceso. Creyó que nunca volvería a quererla como la quería en ese momento. Su camino iba a ser más ligero desde entonces. Escuchó la voz del maquinista desde los altavoces:

"Próxima parada: El mejor lugar del mundo. Un lugar donde nuestros sueños se hacen realidad, un lugar donde la felicidad es tan tangible y real... un lugar único y especial. Donde todo es posible. Una maravilla."

Todos los que viajaban en ese tren aplaudieron y gritaron de emoción cuando oyeron el mensaje. Alice se  dio cuenta de que el tren había perdido a mucha gente de la que pensaba. Sonrió y tomó la mano de Víctor para levantarse. Se dijo a sí misma:

- Ya queda menos papá.

Víctor se quedo mirándola con una tierna sonrisa que la transmitió seguridad y calma, parecía que  hubiera escuchado sus palabras.

- ¿Me acompañarás en la última parada?- preguntó Alice.

- Lamentablemente no, tendrás que realizarla tú sola. Pero si consigues volver, estaré allí contigo.
Se abrieron las puertas y la gente comenzó a partir. Acariciaron las paredes del tren y los asientos... quizá fuera la última vez que fueran a volver a viajar en él o quizás fuese sólo un "Hasta luego". Aquella ancianita que buscaba a su esposo se despidió con una tierna sonrisa que denotaba un "Hasta siempre". Alice se despidió de Víctor y apartó sus manos de las suyas... entendió su respuesta en el brillo de sus ojos.

Alice salió del tren y se encontró en el mejor lugar del mundo.

Era un lugar maravilloso. Si el hombre pudiera explicar con palabras cómo se sentía Alice en aquel momento, no existiría la palabra que definiese aquello. Era un lugar único. Se sentía tan ligera que casi creía volar... su maleta había desaparecido. Las magulladuras del camino no existían. Se sentía el infinito, un todo. Su lugar maravilloso era un campo repleto de narcisos. No existían las fronteras, el cielo compartía sus pasos... era precioso. En ese campo ideal, lleno de tantas emociones vividas en un solo momento se encontraba su padre.

Su padre estaba con las manos abiertas esperándola. Le recordaba tal como era. Con una sonrisa en la cara que podría dar la luz que faltaba a aquel lugar. Corrió entre las flores para abrazarle. Lloraba, sí, lloraba de emoción... Le abrazó y juró que nunca en su vida pasó tanta felicidad. Sólo quería vivir ese momento que le pareció duradero.

Era pura magia. Todos los sueños juntos en uno.

Cuando creyó necesario, le dejó de abrazar y con toda su valentía se dirigió a él:

- Papá, ¿Por qué nos abandonaste?

- Alice, mi pequeña Alice.- Secó sus lágrimas con sus manos.- Una noche yo también quise como tú encontrar el mejor lugar del mundo. Seguí una estrella a la que observé desde que era pequeño y me llevó al tren que te dejó aquí. Quería reunirme con mi familia, con mis padres, con mi hermana y... lo conseguí. Os quería muchísimo hijita mía. Pero, nunca pude soportar la muerte de mis padres y aún peor la de mi hermana... Lo fueron todo para mí. Nunca te lo conté Alice, porque me costaba mucho recordar mi pasado. Por eso, te conté que era huérfano. Toda la culpa de su muerte fue mía. Y nunca me lo he podido perdonar. Yo conducía la furgoneta para llevarles a casa. Había una niebla muy densa por aquel entonces y caímos por la ladera de la montaña... Sólo sobreviví yo.

Alice respiraba entrecortadamente, su padre la cogió de la mano y se arrodilló para poderla ver mejor.

- Cariño, yo fui quien te mandó aquella carta. Quería que volvieras conmigo.

- Papá, yo...

Alice no sabía qué responder pero, ¡había deseado tanto volver a reencontrarse con su padre! Era un lugar precioso, era una maravilla pero... ella no pertenecía a ese mundo.

- ... quiero vivir. Te quiero muchísimo, no sabes cuánto, pero mi verdadero lugar especial se encuentra dentro de mí, de ti... de todos nosotros. Sólo debemos de alcanzarlo. La verdadera felicidad he de encontrarla en los demás, en mi familia. No podré vivir eternamente en este sueño. Quiero reencontrarme con vosotros cuando el tiempo nos acoja y nos reúna, cuando sea el momento. Te quiero papá.

Su padre se llevó una enorme desilusión, no podía creer lo que escuchaba de su hija. Quiso pararla los pies pero fue entonces el momento en el que sus padres le cogieron del hombro. Su hija seguía caminando cada vez más cerca de la salida.

- Hijo, vuelve con tu hija y con tu mujer.

- Hazlo por nosotros.

Toda culpa desapareció... la única culpa que existía era que había abandonado a su hija. No podía permitirse vivir por siempre en aquel lugar ideal, ajeno a su vida.

- Entonces es un hasta luego.

Sus padres se despidieron de él y asintieron tiernamente. Este era el momento para partir y volver al verdadero mejor lugar del mundo, el lugar al que verdaderamente pertenecía. Mientras su hija iba caminando sola por el camino de vuelta cabizbaja su padre se agarró de su mano.

- ¡Papá! ¿Cómo...?

- Tranquila Alice, volvemos a casa.

Alice miró hacia atrás y vio como sus abuelos se despedían de ella con una sonrisa llena de luz y esperanza, su tía la mandó un beso lleno de energía que la hizo sonreír.

- Este no va a ser la última vez que les veamos ¿no?

Su padre negó con la cabeza y la agarró bien fuerte hacia el final del camino de vuelta a casa. Allí estaban su madre y Víctor. Su madre tenía en sus manos aquel trozo de corazón que la sobraba, ya no lo necesitaría más. Su corazón latía con más fuerza que nunca. Se lo devolvió a Alice y esta, se lo entregó a Víctor para siempre.

Había descubierto el mejor lugar del mundo... el lugar donde existen las maravillas. Un lugar donde nuestros propios sueños se quedan atrás frente a la magia que tiene la verdadera realidad de la vida.


"Vive tus sueños, alcánzalos, lucha, pero no vivas soñando, pues te perderás tu vida y la magia que poseen los sueños... El despertar"

Soñadora de Nebulosas