Era un precioso día de
verano en el pequeño pueblecito de New Hampshire, Estados Unidos. Los pequeños
jugaban en el parque junto con sus abuelos mientras aprovechaban el poco tiempo
que les sobraba para poder echar una tranquila partida de cartas. La señora Smith
había salido al jardín con mejor cara después de haber estado semana y media
confinada en su propia casa. Al parecer creía haber tomado una extraña
enfermedad proveniente de un remoto país... O tal vez una enfermedad neurótica.
Sí, era hipocondríaca. A Alice le gustaba observar cualquier detalle de su
exterior desde su cuarto mientras apuntaba en su diario sus pensamientos e
historias. Era un modo de olvidarse de sí misma por unos momentos para
convertirse en un simple espectadora o narradora de la acción. Según se mire.
Pero hoy no, hoy se estaba dedicando enteramente a dibujar lo que podían ver
sus ojos aquella cálida tarde, hasta que un sonido proveniente de la calle la
llevó al mundo real. El cartero había llegado a la puerta de su casa. Sí, os podréis
imaginar lo de todos los días: traen cartas para todos los miembros de la
familia menos para ti y, generalmente, suelen ser facturas o publicidad. Pero
no, esta vez el cartero había traído un paquete lo considerablemente grande
como para sorprender a Alice. Ese mensaje iba a cambiar su vida.
Cerró su cuaderno con
la misma rapidez con la que se calzó dispuesta a correr como nunca y bajar las
escaleras. La encantaban las sorpresas. Un escalofrío de sensaciones se apoderó
de ella, ¿quién podría ser? Hace el suficiente tiempo como para que Alice se
sintiera lo bastante sola, su padre marchó de casa y nunca volvió. Fue un golpe
lo bastante duro como para hacerla llorar todo el verano. ¿Qué haría sin él a
partir de ese momento? ¿Cómo serían las cosas a partir de aquello? Tantas
confidencias, tantos momentos vividos... tantas lágrimas derramadas. Ya nada
volvería a ser igual sin su padre, parte de su sangre. Sabía que su madre y su
padre nunca llegaron a amarse verdaderamente pero siempre imaginó aquel cuanto
de hadas donde el amor siempre vence. No soportaba ver que su madre ya lo había
aceptado. La detestaba. Pensaba que su padre era el único que sabía escucharla.
Le mandó postales y cartas pero él nunca la contestó. Alice no quiso derramar
una lágrima más pero perdió la esperanza de que algún día volviese. Se habría
olvidado de ella.
Llegó tan
apresuradamente que casi resbaló con una de las alfombras, allí se encontró con
aquel paquete que reposaba en mueble del recibidor. Su madre la miró con
atención desde la cocina para poderla ver disimuladamente.
- Alice, es para ti.
Pero no pone el nombre de quien te lo ha mandado. No te desilusiones cariño.
Observó cada minucioso
detalle de aquel misterioso paquete. Fue entonces cuando comenzó a dudar de
abrirlo. Estaba envuelto en una especie de tela, fechado en numerosos países
por el distintivo de los logos. Parecía chino, árabe, inglés... Le entró una
grandísima curiosidad. Cogió el paquete y se lo llevó a su habitación cuando
oyó el sonido del teléfono. El paquete pesaba una barbaridad. ¿Qué podría
llevar? Tantas posibilidades surgieron en la mente de Alice que muy pocas
razonables parecían ser ciertas. Cuando por fin llegó a su cuarto, lo tiró
encima de la cama y comenzó a abrirlo con una cuidadosa expectación. Era una
maleta.
Un mensaje se
encontraba encima de ella:
Querida
Alice,
Aunque
estés confusa, terminarás entendiéndolo todo si sigues cada una de mis
indicaciones. Crees no conocerme y yo creo conocerte, pero tranquila pequeña
Alice, todo esto lo hago por tu bien porque este mensaje va a cambiar tu vida.
Un
viaje cambiará tu vida.
Claramente,
este viaje lo tendrás que comenzar tú sola. Para ello, no quiero que cuentes a
nadie a dónde te diriges ni qué es lo que vas a
hacer ¿prometido?
Vas
a abrir la maleta, allí encontrarás un billete de tren con un destino que más
tarde conocerás, no te alarmes. Abre bien los ojos y guíate por tu espíritu,
esas son las dos pistas que te harán llegar al
lugar correcto.
"¿Por
qué he de tomar este tren?" Te preguntarás. Pues bien caminante, este tren
se toma solo una vez en la vida y te transportará al lugar que más ansías: El
mejor lugar del mundo.
Un
lugar donde nuestros sueños se hacen realidad, un lugar donde la felicidad es
tan tangible y real... un lugar único y especial. Donde todo es posible. Una
maravilla.
Para
ello, llena tu maleta de aquello que creas conveniente pues este será un viaje
largo y duro. Partirás al amanecer cuando creas que es el momento oportuno y,
por favor, no dejes pistas de tu paradero. Toma el tren en la estación y, como
te dije, sigue las dos pistas que te harán llegar.
Buena
suerte.
Confusa, se sentía así,
tal cual, pero una gran emoción la invadió, esta podía ser la oportunidad para
encontrar a su padre. Alice tomó la carta y la guardó en el bolsillo de su
pantalón, cerciorándose de que no había nadie a la vista. Respiró profundamente
y miró al horizonte. No había nada por lo que temer.